¿Recuerdas a Jack Nicholson en la película Mejor imposible? Saltaba por la calle para evitar pisar las líneas de los adoquines, se lavaba cada mano con un jabón nuevo distinto, para comer fuera siempre llevaba su propio juego de cubiertos de plástico… La repetición de estos rituales le hacía difícil vivir el día a día con normalidad. Pues bien, este ejemplo nos va muy bien para entender qué es un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). Y es que lavarse las manos continuamente para evitar posibles contagios, comprobar una y otra vez antes de salir de casa si se ha cerrado bien el agua o el gas, no pisar las juntas de las baldosas por lo que pueda ocurrir, rechazar cualquier contacto para no exponerse a infecciones o posibles enfermedades, repetir gestos o pensamientos concretos para que no le pase nada mal a alguien… son sólo algunos ejemplos de cómo la cotidianidad de una persona con trastorno obsesivo compulsivo (TOC) puede verse afectada. La repetición de estas acciones lleva aún a más repetición, lo que satura el día a día de la persona y lo convierte en un auténtico torbellino emocional que acaba arrastrando no sólo a la persona que lo padece sino también a su entorno. Una auténtica tiranía del pensamiento que puede llevar al bloqueo y la parálisis de las capacidades personales y familiares si no se toman medidas.
El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es un trastorno mental que está caracterizado por dos elementos:
Según la American Psychiatric Association (APA), entre un 1,1 y un 1,8% de la población mundial presenta TOC, aunque los últimos estudios calculan que podría llegar incluso hasta un 5%. No hay diferencias importantes entre sexos, aunque las mujeres pueden verse ligeramente más afectadas en la edad adulta, y los varones durante la infancia.
Entre los trastornos que más comúnmente pueden acompañar al TOC encontramos la depresión mayor, ataques de pánico, abuso de sustancias, fobias específicas, etc.
Suele iniciarse en la adolescencia o principios de edad adulta, si bien puede aparecer también en edades tempranas (a partir de los 6 años). Aunque tradicionalmente se ha considerado un trastorno de inicio progresivo, cada vez hay más evidencia de que es activado por algún acontecimiento o situación externa estresante.
Todas las personas conviven en mayor o menor medida con pequeñas manías (p.ej. si me pongo mi jersey rojo aprobaré el examen), que son un intento de controlar algo que nos asusta, y de forma puntal no representa ningún problema.
Según esta misma lógica, las obsesiones nacen para librarse del miedo (miedo a lo desconocido, al fracaso, a que pase algo malo, etc.). Son un intento de “controlar” la realidad, lo que es en sí una característica humana normal, ya que necesitamos hacer previsible y manejable lo que nos rodea (p.ej. si hago tal cosa, evitaré tal problema). Sin embargo, es justamente al repetirse de forma excesiva y rígida la conducta (ritual) -por la seguridad y sensación de control que genera esa repetición-, cuando empieza a instaurarse el trastorno.
Se crea entonces una dinámica circular, como el pez que se muerde la cola, ya que lo que se hace para defenderse confirma que es necesario defenderse aún más: El miedo original ha pasado a un segundo plano y los intentos de solución se convierten en el problema.
El TOC está sostenido en una lógica no-ordinaria, y aunque parece aparentemente absurda incluso para quien lo sufre (tengo que lavarme cinco veces seguidas las manos para no contagiarme), es una lógica muy coherente en sí misma (no me he contagiado porque me lavado las manos cinco veces).
La persona empieza a desplegar algunos intentos de solución para gestionar su trastorno, pero paradójicamente son esos intentos de solución los que perpetúan y alimentan el trastorno. Serían los siguientes:
El trastorno tiene diferentes manifestaciones en función de qué tipo de rituales son más habituales. Básicamente hay tres tipos de rituales:
La única manera sería detectar su inicio, es decir, el momento en el que un comportamiento se transforma en problema. Es entonces justamente cuando el comportamiento se hace inevitable (es imposible no tenerlo) o irrefrenable (es imposible frenarlo una vez ha aparecido). La fase inmediatamente posterior sería cuando se empieza a ritualizar, es decir, cuando una acción o pensamiento se utiliza como antídoto para reducir el miedo.
Para poder manejar el problema de forma distinta, es necesario entender cómo funciona y hacer algo diferente. Si hacemos cosas estratégicamente diferentes a las que mantienen y agravan el problema (soluciones intentadas), se altera la evolución del mismo, lo que se traduce en una mejoría directa del trastorno.
No obstante, el tratamiento del TOC no es únicamente el tratamiento de los síntomas. Es importante también atender a la dinámica familiar, restablecer el equilibrio previo de la persona y reconectar con el mundo exterior. Es importante que este proceso de cambio esté supervisado por un psicoterapeuta especializado.
Todo lo que se puede construir se puede destruir. El TOC ha construido un equilibrio patológico en la persona que puede volverse a restaurar con la ayuda terapéutica adecuada.
Desde la psiquiatría se puede prescribir medicación que ayude a mejorar algunos de los síntomas y por tanto el bienestar de la persona, restituyendo el equilibrio químico del organismo.
Desde la psicología se abordaría el equilibrio funcional de la patología a través de la psicoterapia. Uno de los modelos terapéuticos con mejores resultados en este trastorno es la terapia breve estratégica con un 88% de éxito terapéutico. Esta terapia es un modelo basado en comprender cómo funciona y se mantiene un problema y a partir de ahí reestructurar la organización psicológica problemática y modificarla por una nueva más saludable.