El acné puede definirse como un problema exclusivamente dermatológico. Sin embargo, dependiendo de su gravedad, también puede tener repercusiones psicológicas y emocionales.
El acné es una inflamación de los folículos sebáceos de la piel que produce diferentes tipos de lesiones. Se caracteriza por la aparición de pústulas, comedones, pápulas y nódulos, o dicho de forma más simple, granos y espinillas.
El acné suele aparecer en la cara, cuello, pecho, espalda y hombros, y es más común entre los adolescentes. Si se tienen en cuenta incluso las formas más leves, se podría decir que casi todos los adolescentes se enfrentan al acné en algún momento. También afecta a personas en etapas posteriores de la vida.
No se conocen del todo bien las causas que provocan la aparición del acné. Se especula que los cambios hormonales de la pubertad pueden estar en su origen. De este modo, el aumento de andrógenos (hormonas masculinas como la testosterona) fomenta la producción de sebo y esta sobreproducción obstruye los folículos pilosos. Ahí entran en escena diversas bacterias, especialmente Propionibacterium acnes, normalmente inocua, pero en este caso se multiplica y produce inflamación.
También existen otros factores como la genética y la alimentación que podrían influir en la aparición del acné.
Entre los factores modificables para evitar el acné, se podrían citar:
En cuanto al resto de factores, como el hormonal, es difícil poder controlarlos.
Por lo que respecta al tratamiento, una vez que el acné ya ha hecho su aparición, existe una gran diversidad de ellos:
Los tratamientos basados en medicamentos suelen ser efectivos, aunque lentos. Los resultados empiezan a notarse al cabo de un par de meses.
Para el acné leve puede bastar un producto tópico a base de retinoides, derivados de la vitamina A. También es efectivo el peróxido de benzoilo, y el ácido azelaico que ayuda a desbloquear los poros y tiene propiedades antimicrobianas y antiinflamatorias. Los efectos no deseados de estos tratamientos tópicos son sequedad, irritación y descamación de la piel.
Para tratar el acné moderado se usan combinaciones de fármacos tópicos con antibióticos orales y tópicos.
En los casos de acné severo, los dermatólogos incluyen tratamientos con isotretinoína. Se trata de un medicamento oral bastante eficaz, pero que presenta numerosos efectos adversos.
También se puede utilizar otro tratamiento para las mujeres a base de anticonceptivos orales. Estos medicamentos ayudan a reducir la producción hormonal de andrógenos, responsables del aumento de la producción del sebo.
La piel con acné requiere de un cuidado especial, desde la higiene, la hidratación y el maquillaje.
La higiene de la piel con acné es importante llevarla a cabo con cuidado. No es cierto el mito de que conviene lavarse la cara varias veces al día. Con dos veces al día es suficiente.
Los productos de limpieza facial deben conseguir eliminar la suciedad de la piel, pero respetando al máximo los lípidos cutáneos y sin irritar.
Los jabones tradicionales en pastillas y geles detergentes son buenos limpiadores, pero resultan agresivos y mal toleradas para cualquier tipo de piel.
Como alternativa existen los syndets (synthetic detergents) o “jabones sin jabón”. Presentan poder detergente y espumante, propiedades dispersantes, emulsivas y humectantes y un pH ácido que se corresponde con el pH fisiológico de la piel. Pueden presentarse tanto en forma de panes dermatológicos como en forma de jabones líquidos.
También existen emulsiones y geles limpiadores que resultan eficaces y a la vez muy poco agresivos.
Lo recomendable es usarlos por la mañana y por la noche, con agua tibia y sin frotar con demasiada fuerza. Para secar la piel tampoco hay que frotar, sino dar suaves toques con la toalla sin arrastrar.
Un elemento importante para la piel con acné es la hidratación. Los productos para este tipo de piel suelen llevar activos queratolíticos o exfoliantes y otros ingredientes como el zinc. Normalmente se eligen en textura de gel o crema ligera, que no aporte grasa a la piel.
El objetivo principal del tratamiento del acné, especialmente en mujeres que han superado la pubertad, es controlar y tratar las lesiones existentes, prevenir en la medida de lo posible la aparición de cicatrices, limitar la duración del trastorno y minimizar sus efectos.
Si existen trastornos hormonales, el tratamiento respectivo podrá contribuir a normalizar las afecciones de la piel, incluido el acné.
El tratamiento con anticonceptivos orales puede ayudar a reducir la producción hormonal de andrógenos, responsables del aumento de la producción del sebo.
El tratamiento tópico suele ser utilizado en los casos más leves, incluyendo principios activos como el peróxido de benzoilo, ácido azelaico, los retinoides y algunos antibióticos.
Los antibióticos tópicos como la eritromicina y la clindamicina no deberían usarse en monoterapia por la aparición de frecuentes resistencias bacterianas.
El gel de nicotinamida ha demostrado ser eficaz en pacientes mayores, presentando un efecto antiinflamatorio y sin promover resistencias bacterianas.
Antibióticos sistémicos. En pacientes adultas la respuesta suele ser lenta y en muchos casos ineficaz.
Tratamiento hormonal. Es eficaz en todos los casos, tanto si existe hiperandrogenismo como si no. Hay que tener en cuenta el mayor riesgo de tromboembolismo en mujeres maduras. Los antiandrógenos junto con anticonceptivos orales están indicados en mujeres con trastornos hormonales.
También existen terapias no farmacológicas que incluyen la extracción de puntos negros y blancos con o sin infiltración, la exfoliación, la terapia con luz pulsada, la terapia con láser, la fotodinámica y la terapia por calor.
En las lesiones nodulares o quísticas inflamadas se pueden usar corticoides para la reducción del riesgo de cicatrices y disminución del dolor y la inflamación de forma rápida.
Las lesiones nodulares inflamadas con frecuencia dejan como secuela hiperpigmentación que se puede mejorar con retinoides tópicos o ácido azelaico.
Si existen macro comedones se pueden considerar las terapias físicas como peelings con ácido glicólico o con frío.
Especialista en Dermatología
Número de Colegiado: 161602612
Me gradué en Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid, hice la residencia vía MIR en dermatología en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, fui Jefe Clínico de Dermatología del Hospital La Zarzuela de Madrid hasta 1996, y actualmente compagino la actividad pública en la Unidad de láser dermatológico del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, con la actividad privada asistencial y docente.
Mis áreas de interés es el láser dermatológico, tratamiento de cicatrices con láser, acné vulgar y acné rosácea, alopecias y uso terapéutico sistemas de láser y luz optimizada.
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