¿Quién no tiene un conocido o familiar cercano afectado por esta enfermedad? ¿Sabes de dónde viene su nombre? Esta enfermedad fue descrita inicialmente con otro nombre por el Dr. James Parkinson en 1817. Posteriormente, otro científico lo modificó por Enfermedad de Parkinson en honor al médico que la describió en primer lugar.
Es un proceso crónico y progresivo cuyo origen radica en la pérdida o degeneración de las neuronas que sintetizan el neurotransmisor dopamina en la sustancia negra (parte del cerebro cuyas neuronas producen la dopamina). La disminución en los niveles de dopamina da lugar a los síntomas de esta enfermedad.
Su causa es desconocida, pero se asocia a múltiples factores. Su prevalencia entre la población mayor de 60 años llega al 1%, siendo en mayores de 80 años superior al 4%. Es más frecuente en varones. En general, la edad y el antecedente de enfermedad de Parkinson en la familia son factores de riesgo para su desarrollo. Se habla de factores de riesgo genéticos en pacientes que inician la enfermedad en edad inferior a los 40 años (Parkinson precoz).
Sus síntomas iniciales suelen ser trastornos del movimiento pero, posteriormente, aparecen otras alteraciones en la progresión de la enfermedad como cambios en la función cognitiva, depresión, dolor, etc.
El inicio es lento e insidioso, lo que dificulta el diagnóstico en fases iniciales. Suele afectar inicialmente a un lado y, posteriormente, se hace bilateral.
Los síntomas típicos de esta enfermedad son:
Otros síntomas serían:
Ante la sospecha clínica de una enfermedad de Parkinson, el paciente debe ser derivado al neurólogo para una valoración inicial y la confirmación diagnóstica. El neurólogo instaurará el tratamiento farmacológico en función de los síntomas específicos del paciente.
Su diagnóstico es exclusivamente clínico. Existen unos criterios clínicos incluidos en una tabla que nos conducen al diagnóstico. Se centran en la severidad de las alteraciones motoras y en el grado de deterioro en las actividades diarias. Este diagnóstico debe ser periódicamente reevaluado para conocer la evolución.
En cuanto a pruebas diagnósticas te diré que, en ocasiones, solicitamos pruebas de imagen para descartar otras enfermedades que pueden tener síntomas similares, por ejemplo, la hidrocefalia. La prueba diagnóstica para confirmar o descartar la hidrocefalia es un TAC. En cambio, no existe ningún marcador bioquímico que oriente al diagnóstico de Parkinson.
Disponemos de unas escalas de valoración (las más frecuentemente usada es la de Hoenh y Yarh) para la clasificación clínica de la enfermedad. Según esta escala encontraríamos los siguientes estadios de la enfermedad:
Existen unos marcadores que indicarán un peor pronóstico en cuanto al deterioro motor: edad avanzada en el momento del diagnóstico, la presencia de rigidez, situaciones médicas asociadas, inestabilidad postural y dificultad en los movimientos.
Sin embargo, cuando el temblor es el único síntoma inicial en el momento del diagnóstico, se considera un factor pronóstico favorable implicando una progresión más lenta de la enfermedad.
Uno de los fármacos de referencia es la levodopa. Considerado como el más eficaz en el control de los síntomas motores. Puede utilizarse como tratamiento único al inicio o asociarse a otros fármacos para conseguir mejor control de estos síntomas. Prácticamente la totalidad de los pacientes va a necesitar más de un fármaco tras cinco a siete años de tratamiento.
Debemos comentar un gran inconveniente asociado a este tratamiento: las complicaciones motoras (discinesias o movimientos involuntarios y fluctuaciones con episodios de movimientos lentos). La mitad de los pacientes pueden presentarlas después de cinco a 10 años de iniciar el tratamiento. Se cree que está relacionado con la dosis de fármaco, por ello, se recomienda el uso de la menor dosis posible.
En general, se decide iniciar el tratamiento médico cuando los síntomas afectan en la vida cotidiana ya sea por su gravedad como por sus complicaciones (afectación de la mano dominante, trastornos de la marcha, caídas frecuentes…). Una vez iniciado el tratamiento no puede interrumpirse de forma brusca, en caso de ser necesario lo haremos en dosis decrecientes.
Te va a sorprender pero… se postula que el consumo de tabaco ejerce un efecto protector frente al riesgo de sufrir Parkinson. Otros de los posibles factores protectores que se enuncian son: ingesta de cafeína, té, alcohol, vitamina E, actividad física intensa, ingesta de antinflamatorios no esteroideos y estatinas. Pero, sólo lo comentamos a modo de curiosidad, así que, por favor, no te lo tomes al pie de la letra. Ya conocemos los efectos dañinos tanto del tabaco como del alcohol. Sin embargo, sí te recomiendo una actividad física intensa, ¿qué te parece?