Todos conocemos el término “halitosis” para referirnos al mal aliento o al mal olor proveniente de la boca, pero no siempre el origen está en la boca. Generalmente se asocia a una higiene deficiente, aunque en muchos casos se encuentra una causa tratable por el odontólogo.
¿Sabías que más del 50% de la población ha sufrido halitosis en algún momento de su vida? ¿Cómo puedo saber si tengo halitosis? Simplemente comprobando el olor de nuestro aire espirado. ¡Ojo! No lo compruebes por la mañana al levantarte dado que es frecuentísimo el mal olor por la disminución del flujo salival durante el sueño que provoca acúmulo de restos orgánicos en la cavidad bucal. Por ello insistimos tanto en la limpieza bucal nocturna.
Generalmente, es fruto de la acumulación bacteriana y de restos de comida. Recordemos que, sobre todo en el dorso de lengua y en las encías, tenemos bacterias anaerobias gram-negativas, cuyos productos de degradación son compuestos volátiles de sulfuro, de olor muy desagradable.
Este olor se verá potenciado por la presencia de enfermedad dental o periodontal, así como en pacientes con el flujo salival afectado por la toma de algunos medicamentos o patología glandular.
En función de su origen, distinguiremos dos tipos de halitosis:
De entre las principales causas de la halitosis oral podríamos mencionar:
Las causas de la halitosis extraoral pueden ser:
La intolerancia a la lactosa puede ser causa de halitosis. Quienes la sufren no metabolizan correctamente la lactosa por deficiencia de lactasa, por lo que las características de su biofilm pueden cambiar sensiblemente respecto a la población normal.
A pesar de ser un síntoma fácilmente evidenciable, debe ser valorado por el odontólogo con la finalidad de descubrir la posible causa que la origina. Se deben conocer los hábitos alimentarios y de higiene bucal del paciente, así como explorar el diente y el peridonto (estructura que rodea al diente: encías y espacios interdentales).
Obviamente, vamos a tratar todas las posibles causas que encontremos al explorar una boca. Nos referimos, por ejemplo, a la caries, la gingivitis, el acúmulo de sarro, etc.
Todo tratamiento bucal incidirá en la disminución del número de bacterias productoras del mal olor de la boca, así como en la volatilización de productos malolientes.
En general, tras el tratamiento de los problemas odontológicos recomendaremos una higiene dental o tartrectomía e insistiremos y adiestraremos al paciente para mejorar la higiene oral. Puede estar indicado el uso de colutorios antisépticos de forma puntual.
El principal método de prevención es una higiene bucodental impecable y constante empleando todos los que tenemos a nuestra disposición: cepillo de dientes, seda dental, hilo dental, cepillo interproximal, dentífricos y colutorios (su uso debe ser supervisado). Lo ideal sería cepillarse tres veces al día (después de cada comida principal) y, sobre todo, por la noche antes de ir a dormir.
Otras medidas son altamente efectivas como:
Y, sobre todo, no te quedes con dudas al salir de la consulta del odontólogo, pregúntale lo que desconozcas. Estará encantado de explicarte la técnica correcta de higiene, las diferencias entre cepillo eléctrico y manual, cómo se usa el hilo interdental y el cepillo interproximal, etc. Para los odontólogos no hay nada más gratificante que un paciente interesado en una correcta higiene bucal. Pregúntanos.