Una de las infecciones más frecuentes en la infancia son las otitis, pero ¿todo dolor de oído debe ser tratado con antibióticos? Respondemos a esta y otras cuestiones relacionadas con esta enfermedad.
Las otitis hacen referencia a la inflamación de alguna parte del oído. Es una infección aguda en el oído producida por algún agente infeccioso y son muy comunes en niños.
En función de dónde se produce la infección y la inflamación podemos distinguir dos tipos fundamentales:
El médico puede diagnosticar fácilmente una otitis externa porque al presionar ligeramente la parte delantera del oído es extremadamente dolorosa (es lo que llamamos el “signo del trago”). También podemos observar el interior con un otoscopio (una linterna con luz especialmente diseñada para inspeccionar el oído externo hasta el tímpano) y veremos un conducto externo inflamado y presencia de una secreción acuosa o mucosa.
Su evolución es, normalmente, favorable y sin complicaciones. En raras ocasiones se complica y necesita un tratamiento más agresivo. Es importante ser muy cumplido con el tratamiento: una semana de gotas y evitar sumergir la cabeza en el agua, es decir, evitar la playa y la piscina.
El uso de bastoncillos o la introducción de objetos dentro del conducto auditivo externos puede causar lesiones en la piel del mismo que se pueden infectar y ocasionar, también, una otitis externa.
El pediatra puede diagnosticar fácilmente una otitis por la presencia de dolor, fiebre y, si observa el tímpano con el otoscopio, lo verá enrojecido y abombado hacia fuera. Es importante observar el tímpano abombado, ya que sólo su enrojecimiento no es signo de otitis, pues los niños cuando están acatarrados tienen las mucosas enrojecidas, y el oído también. Para diagnosticar una otitis media, deberá tener más signos: llanto, irritabilidad, fiebre, tímpano abombado… Conclusión: oído rojo no es igual a otitis.
Durante su evolución, es muy frecuente que el líquido ejerza tanta presión que acabe rasgando o rompiendo el tímpano. En este momento los padres observan que del oído sale un líquido mucoso, amarillo y ligeramente sanguinolento. Es habitual que, tras una noche de llanto y fiebre, amanezca la almohada del niño manchada de ese líquido. No es nada grave. En este momento, como la presión dentro del oído medio ha caído de golpe, deja de doler. En estos momentos hablamos de una otitis media perforada o supurada. La infección suele durar unos diez días y pueden requerir o no antibióticos.
Del tratamiento, sus complicaciones y otros aspectos de la otitis media, hablaremos en los siguientes apartados.
Las infecciones en el lactante suelen ser más diseminadas, es decir, sus síntomas son más inespecíficos y más generales. Son más frecuentes las otitis medias que las externas.
El primer signo de una otitis media en un bebé es el dolor durante la succión, es decir, al mamar o tomar el biberón el niño se retira violentamente y llorando. Esto es debido a que el dolor aumenta en el oído cuando el lactante succiona o, lo que es lo mismo, hace presión negativa dentro de las estructuras anatómicas huecas del oído.
Es muy frecuente también que presenten vómitos, fiebre, irritabilidad y malestar general.
Una de las razones principales es anatómica. Los niños tienen las trompas de Eustaquio más cortas y más rectas que los adultos. En términos médicos, decimos que están horizontalizadas.
Esta peculiaridad estructural dificulta el drenaje de líquido hacia afuera del oído, aún en condiciones normales. Si la trompa de Eustaquio se inflama o se bloquea con mucosidad, debido a un resfriado, el líquido no puede salir o drenar adecuadamente, siendo un caldo de cultivo excelente para el crecimiento de los microorganismos.
Por otro lado, el sistema inmunológico de los niños es más inmaduro que el de los adultos y su lucha contra las infecciones no tan eficaz.
El tratamiento fundamental es la analgesia (medicamentos para controlar el dolor). En los últimos años las sociedades pediátricas han modificado los criterios para tratar las otitis medias en los niños. Anteriormente, cualquier dolor de oído era tratado con antibióticos durante siete o 10 días.
Se puede confirmar que el niño tiene una otitis media si cumple estos tres criterios:
Si el pediatra no tiene claro el diagnóstico, lo más prudente es esperar 48-72 horas y revalorar al niño antes de iniciar un tratamiento con antibióticos. A veces el dolor no se debe a una infección y algunas infecciones del oído mejoran sin necesidad de antibióticos (recordemos que la mayor parte de infecciones en la infancia son víricas y, los virus, no se curan con antibióticos). El uso cuidadoso de los antibióticos ayuda a evitar el desarrollo de bacterias que se vuelven resistentes a ellos.
Se deberá iniciar de inmediato tratamiento con antibiótico en los siguientes casos:
No es adecuado poner nada dentro del oído, por lo que no se recomiendan muchos remedios “de la abuela” para calmar la otalgia, consistentes en introducir sustancias diversas como aceite caliente, ajo licuado o jengibre.
Es más efectivo, en cambio, aplicar calor local con un saco de semillas que se pueda calentar en el microondas o una bolsa de agua caliente.
Si el niño es mayor, masticar chicle puede ser beneficioso para aliviar la presión en el oído medio y favorecer el drenaje de secreciones.
La mastoiditis es una complicación grave de las otitis infantiles no tratadas, mal cuidadas o severas. Requieren tratamiento inmediato e ingreso hospitalario. La mastoiditis es la infección de la mastoides, un pequeño saliente óseo que podemos palpar justo detrás de la oreja. Su interior está formado por pequeñas cavidades o celdillas que conectan con el oído medio. Esta conexión es la que hace posible que algunas otitis medias deriven en mastoiditis. El diagnóstico es sencillo ya que palpamos un bulto rojo e inflamado detrás del pabellón auricular que suele desplazar hacia delante la oreja, haciendo que de repente el niño tenga “una oreja de soplillo”. Al tratarse de una infección grave el niño presentará malestar, fiebre y dolor.
Si el niño ha padecido más de tres episodios de otitis media aguda en un periodo de seis meses o más de cinco episodios de OMA en 12 meses en el mismo oído, debe ser valorado por un otorrino infantil.
La mejor manera de evitar las infecciones del oído es reduciendo los factores de riesgo asociados a ellas. Otra es la lactancia materna a demanda y prolongada.
Podemos disminuir los factores de riesgo con estas estrategias: