Las alergias alimentarias son respuestas inflamatorias exageradas del sistema inmunológico, mediadas por Inmunoglobulina E hacia un alimento. En este tipo de reacción, se deben cumplir tres condiciones principales para dar las características clínicas: contacto con las proteínas alergénicas del alimento, mediación de inmunoglobulina E y liberación de histamina por mastocitos y basófilos.
Su prevalencia es de hasta 3% en adultos y 6% en niños, y se estima que siga en aumento debido a la carga genética de las personas, el estado de barrera de la mucosa intestinal y la forma de presentación de los alimentos con elevada cantidad de conservantes.
Existen principalmente dos tipos de alergias alimentarias:
La causa principal de la alergia alimentaria es común a todos los tipos de alergia, existe una respuesta alterada del sistema inmunitario, reconociendo el alimento como potencialmente dañino pero que, en realidad, son inofensivos, desencadenando una serie de respuestas inflamatorias que culminan con la liberación de histamina produciendo los clásicos síntomas de alergia. Si el cuerpo se ve expuesto una segunda vez a este mismo alimento, la memoria inmunológica actúa y provoca una nueva liberación de histamina con la consiguiente sintomatología.
Se han identificado alrededor de 70 alimentos que producen síntomas alérgicos. En niños, se debe mayormente a huevos, leche, trigo, soja, cacahuetes y otro tipo de frutos secos; en adultos, a las frutas, verduras y frutos secos, además de al polen y látex que frecuentemente pueden ocasionar reacciones cruzadas con alimentos previamente ingeridos, sin presentar síntomas alérgicos ya que el sistema inmunitario no distingue las proteínas similares pudiendo reaccionar en conjunto.
Los síntomas de la alergia alimentaria son variables y dependen del tipo de alergia alimentaria. En general, se pueden observar los siguientes:
El único tratamiento 100% efectivo es evitar el consumo de aquellos alimentos que puedan causar alergia, pero si esto ocurriera o si es la primera exposición a ese alimento, existen una serie de fármacos que pueden ayudar a mejorar la sintomatología.
Si los síntomas son leves o moderados, sin afectación de vías aéreas, es aconsejable iniciar un tratamiento a base de antihistamínicos. Los de última generación no producen sueño y actúan rápidamente; deben iniciarse al instante de la aparición de los síntomas o ante la sospecha de que se ha ingerido un producto con trazas de algún alérgeno, y se debe mantener por un tiempo prudencial, ya que las células que producen las reacciones alérgicas se encuentran sensibles y cualquier exposición posterior con alimentos parecidos que antes no eran alérgenos puede hacer una reacción cruzada y producir síntomas.
Si la reacción alérgica es grave o con compromiso de las vías respiratorias, suelen indicarse corticoides intramusculares o intravenosos, además de epinefrina. Algunas personas con antecedentes de reacciones de anafilaxia, deben llevar consigo un autoinyector de epinefrina.
No existe una prueba específica y certera para detectar la alergia a los alimentos, algunas de las que se realizan son:
Los principales factores desencadenantes de una alergia alimentaria son:
Los factores de riesgo de una alergia alimentaria son:
En algunas ocasiones, puede ocurrir una reacción anafiláctica o reacción alérgica severa como complicación que produzca, no solamente alteraciones en las vías respiratorias superiores e inferiores, sino, además, afectación del estado general con hipotensión, taquicardia y síncope que, si no se trata a tiempo, puede causar la muerte del paciente.
Si ya se conoce previamente a qué alimentos se es alérgico, lo más importante es leer bien el etiquetado de los productos, y no consumir hasta aquellos que contengan trazas del alimento alérgeno.
Si ya se ha consumido inadvertidamente el alimento, se debe ingerir el antialérgico y acudir a urgencias lo antes posible o, si se es alérgico severo, el médico probablemente indicará auto inyección de epinefrina, que se debe llevar encima en todo momento.
Las especialidades médicas a la que pertenece la alergia alimentaria son alergología, urgencias, medicina interna y dermatología.
Una intolerancia es una reacción adversa que sucede con menos gravedad que una alergia, la mayoría se manifiestan con síntomas gastrointestinales. En ocasiones, se puede comer pequeñas porciones del alimento sin que aparezcan síntomas.
Es una intolerancia producida por la dificultad de absorción y metabolización de la fructosa (azúcar que se encuentra mezclado con la glucosa en la miel y en muchas frutas) en el intestino, ocasionando síntomas gastrointestinales.
Es una intolerancia a todos aquellos alimentos que contengan gluten como son el trigo, avena, centeno y cebada. Tiene una base inmune-inflamatoria en el intestino delgado que impide la absorción de nutrientes.
La fructosa es un tipo de azúcar que se encuentra generalmente en frutas, vegetales y miel. A las personas con intolerancia a la fructosa se les aconseja no ingerir frutas incluso el tomate, cereales o harinas integrales, harina de soja, alcachofa, remolacha, zanahoria, miel, jarabe de maíz, néctar de agave, maple, melaza y azúcar de palma de coco, entre otros.
Todos los medicamentos pueden causar reacciones alérgicas en la primera toma o en tomas posteriores. Algunos como la penicilina y derivados, aspirina, analgésicos no esteroideos (AINES) o contrastes yodados, son los que más frecuentemente producen reacciones alérgicas severas.