La hipotensión ortostática, también conocida como hipotensión postural, consiste en la bajada drástica de la presión arterial durante escasos segundos o minutos, producida al cambiar de posición, generalmente al ponerse de pie. Se considera hipotensión ortostática cuando se presenta una disminución mayor a 20 milímetros de mercurio en la presión arterial sistólica, o una caída de más de 10 mm de Hg en la presión arterial diastólica, dentro de un periodo de dos a cinco minutos después de ponerse de pie. Es una patología común considerada leve, que suele afectar a ancianos y a personas mayores hipertensas o enfermos de Parkinson. Aunque si se vincula a un shock, estaríamos hablando de una hipotensión grave considerada de emergencia médica.
Existen varios tipos de hipotensión, además de la hipotensión ortostática:
La hipotensión ortostática suele ser causada por una afección que provoca un fallo en las células barorreceptores (medidoras de la presión), que se sitúan próximas a las arterias coronarias y del cuello. Son unas células que se encargan de detectar si existe una presión arterial más baja de lo normal para tratar de estabilizar, mediante el envío de señales al cerebro, órdenes para que el corazón bombee más sangre.
Al mantener durante largos períodos de tiempo una misma posición, como permanecer sentado o tumbado, la sangre se acumula en las piernas y, al levantarse regresa menos sangre al corazón, lo que provoca la disminución de la presión arterial.
Este fallo en las células barorreceptores puede ser originado, a su vez, por diversas causas:
Los síntomas principales de la hipotensión ortostática son los mareos y la sensación de aturdimiento al incorporarse o levantarse, también pueden presentarse un riesgo de caída, visión borrosa, síncope o desmayo, náuseas, debilidad, palidez, taquicardia o dolor de pecho.
El tratamiento de la hipotensión ortostática viene determinado por la causa que lo originó. Si es postural hay que tener la precaución de incorporarse lentamente y si ha sido provocada por la ingesta de algún medicamento, el médico puede valorar sustituirlo por otro o suspender el tratamiento.
Habitualmente se recomiendan una serie de cambios en el estilo de vida, como beber más cantidad de agua o líquidos, consumir poco o nada de alcohol, comer en pequeñas porciones y menos cantidad de hidratos de carbono, aumentar la ingesta de sal, hacer ejercicio físico, etc.
Son muy útiles también la utilización de medias de compresión durante el día para reducir la acumulación de sangre en las piernas, y contribuir a mejorar la circulación de la sangre.
De forma complementaria al tratamiento se pueden prescribir medicamentos para aumentar la presión arterial y reducir la sintomatología.
El médico determina el diagnóstico basándose en los antecedentes e interrogatorio clínico al paciente y el examen físico, en el cual se hace la medición de la tensión arterial y la frecuencia cardíaca en posición tumbado y después de ponerse de pie, para evidenciar el descenso de la presión arterial.
No obstante, se pueden necesitar algunas pruebas complementarias para ayudar a definir adecuadamente el diagnóstico, como un análisis sanguíneo para comprobar los valores de azúcar en sangre, de glóbulos rojos y el estado de salud general del paciente, un electrocardiograma para verificar si existe alguna irregularidad en el ritmo del corazón, o un ecocardiograma para detectar una enfermedad cardíaca, una prueba de esfuerzo, para monitorizar la tensión arterial y el electrocardiograma durante esfuerzos físicos, o la prueba de la mesa inclinada o mesa basculante, para comprobar las reacciones del cuerpo ante cambios de posición.
Algunos factores desencadenantes de la hipotensión ortostática son: levantarse o incorporarse demasiado rápido, realizar comidas copiosas, ingerir una cantidad insuficiente de líquidos y beber alcohol en exceso.
Entre los factores de riesgo de la hipotensión ortostática destacan el envejecimiento (es más frecuente que la padezcan personas de edad avanzada), estar embarazada, tener una estatura alta, permanecer en cama mucho tiempo por una hospitalización o enfermedad, tomar medicamentos diuréticos, inhibidores, betabloqueadores o antidepresivos, algunas patologías como Parkinson o la diabetes, y sufrir hipovolemia, entre otros.
Existen algunas complicaciones derivadas de la hipotensión ortostática:
A continuación, se mencionan una serie de medidas útiles de prevención de la hipotensión ortostática:
Debido a que las causas de la hipotensión ortostática pueden ser muy variadas, se debe acudir al médico de familia, y este derivará al paciente al especialista más indicado, pudiendo ser el de medicina interna, neurología, geriatría, cardiología…etc. Si la hipotensión es grave, se debe acudir al servicio de urgencias del hospital más cercano.
La presión arterial baja puede ser causada por deshidratación, estrés, cambio de posición, síncope, reacción alérgica, golpe de calor, mala alimentación, afección cardíaca, infección, hipovolemia, embarazo, enfermedades endocrinas, o por el consumo de ciertos medicamentos o tóxicos, entre otras posibles causas.
El término ortostático se refiere a aquellos trastornos que son originados al estar de pie. Como, por ejemplo, una bajada de la presión arterial al cambiar de posición tumbada e incorporarse y ponerse de pie (hipotensión ortostática).
La hipotensión postural, o hipotensión ortostática, es la bajada de la presión arterial como consecuencia de ponerse de pie después de haber permanecido sentado o tumbado.
Los valores normales de la presión arterial oscilan entre 100 y 140 mm de Hg en la tensión sistólica o alta, y entre 60 y 90 mm de Hg en la tensión diastólica o baja. En mujeres embarazadas se toman como referencia los mismos valores que para cualquier adulto, pero se hacen controles periódicos, sobre todo a partir de la segunda mitad del embarazo, para comprobar si aparece hipertensión gestacional o preeclampsia. En niños, los valores varían dependiendo del percentil (edad, estatura y peso). La tensión se expresa en la mayoría de países en milímetros de mercurio.
Existen grandes diferencias entre una arteria y una vena, la principal es que realizan funciones opuestas. Las arterias transportan el flujo sanguíneo oxigenado desde el corazón a los tejidos (al estar oxigenada, la sangre es más clara), tienen paredes más gruesas que las venas y por tanto son más rígidas, no poseen válvulas internas y la presión sanguínea es elevada. Las venas, por el contrario, lo que hacen es devolver el flujo sanguíneo desoxigenado por el cuerpo, desde los tejidos hacia el corazón (el color de la sangre es más oscuro porque no tiene oxígeno), suelen ser más grandes, tienen válvulas internas y la presión venosa es menor que la de las arterias. A nivel gráfico, se representa a las arterias de color rojo y a las venas de color azul.