La intolerancia a la lactosa, intolerancia a la leche, deficiencia de lactasa, deficiencia de disacaridasa, o intolerancia a productos lácteos, es un trastorno en el que se produce una malabsorción del azúcar lactosa presente en la leche de los mamíferos, debido a una alteración en el intestino que provoca un déficit de la enzima que digiere este azúcar, la lactasa. Es una patología muy común, cuya frecuencia varía según la etnia de la población y la latitud en la que geográficamente se localiza. En España, un tercio de la población padece esta malabsorción. Es un trastorno que no suele comprometer la vida del paciente, aunque puede producir hasta su diagnóstico molestias abdominales y trastornos intestinales importantes e implica una limitación en cuanto a los alimentos que el paciente puede ingerir.
Según el orígen del inicio de la intolerancia, del tipo de déficit de lactasa se clasifica en:
Los síntomas más frecuentes son dolor abdominal, diarrea, hinchazón abdominal, flatulencia y vómitos tras la ingestión de alimentos que contengan este tipo de azúcar. En casos severos puede aparecer deshidratación y desnutrición.
El tratamiento se basa en la eliminación de la dieta del aporte de lactosa y, con ello, de todos los alimentos que la contengan. Hay pacientes que no tienen un déficit de la enzima que hidroliza este azúcar del 100%, por lo que en estos casos está indicado disminuir el consumo de lactosa a los niveles que puedan tolerar sin producción de síntomas, de hecho, este término es la opción más recomendada por los médicos. Si es preciso se complementará la dieta con suplementos nutricionales para asegurar el aporte de sustancias fundamentales para el organismo como el calcio y la vitamina D. Los pacientes con toma de tratamientos farmacológicos crónicos que tengan una intolerancia total, también tienen que vigilar la presencia de lactosa como excipiente de los fármacos que toman.
Junto con el interrogatorio clínico sobre los síntomas que presenta el paciente y la exploración física, se pueden realizar los siguientes tests para confirmar el diagnóstico:
La intolerancia a la lactosa es debida a una malabsorción de la misma, la cual está desencadenada por la producción insuficiente de lactasa (hipolactasia), en el intestino delgado, enzima que divide a la lactosa en dos azúcares más pequeños que son los absorbidos por el cuerpo.
Esta patología es diagnosticada y tratada por los especialistas en aparato digestivo.
La lactosa es un azúcar que está presente en todas las leches de los mamíferos: vacas, cabras, ovejas y en la leche humana. Existen múltiples alimentos procesados y preparados en el mercado que pueden contener lactosa, como galletas, caldos, panes, embutidos…etc.
Esa especificación que habitualmente viene detallada en algunos alimentos, hace referencia a que han eliminado de ellos el azúcar lactosa.
La lactosa es un tipo de azúcar presente de manera natural en la leche y los productos lácteos.
La lactosa es un azúcar, el principal azúcar de la leche de los mamíferos. Cuando se ingiere es transformada en el intestino por una enzima en dos azúcares más sencillos, la glucosa y la galactosa que son absorbidos por el cuerpo. Su función, como la de cualquier azúcar, es aportar energía al organismo. Además, la galactosa desempeña varias funciones biológicas y participa en los procesos inmunitarios y neuronales. Por otro lado, la lactosa y otros azúcares de la leche también favorecen el crecimiento de bacterias en el intestino que forman la microflora intestinal. Se cree además que a lactosa podría influir en la absorción del calcio y otros minerales, como cobre y zinc, sobre todo durante la etapa de lactancia.
La lactasa es una enzima intestinal cuya función es desdoblar la lactasa en glucosa y galactosa, dos azúcares más sencillos y más fáciles de absorber en el intestino.