El síndrome de Gilles de la Tourette o síndrome de Tourette (ST), es un trastorno neurológico que se suele manifestar en la niñez, caracterizado por la realización de movimientos repetitivos o sonidos involuntarios (tics o espasmos).
Son ejemplos de estos espasmos: parpadeo constante, muecas, contracción de la nariz, dar pisotones, gruñir, gritar, insultar, saltar, toser, ladrar, etc.
Aunque los síntomas varían de una persona a otra, la mayoría de casos son leves, y los tics suelen desaparecer con el paso de los años, generalmente al alcanzar la mayoría de edad.
Cabe destacar que, dentro de los diferentes tipos de tics, estos pueden ser movimientos (tics motores o motrices) o sonidos (tics vocales). Los tics motores suelen comenzar antes que los vocales.
Los diferentes tipos de tics se clasifican principalmente en:
Los tics pueden ser, a su vez, persistentes o crónicos o, por el contrario, tics transitorios.
No se conoce la causa exacta del síndrome de Tourette ya que es un trastorno complejo, probablemente, de origen genético o heredado y potenciado con ciertos factores ambientales. Algunas investigaciones apuntan a un desequilibrio en los neurotransmisores del cerebro.
Los síntomas específicos del ST son los denominados tics (movimientos o sonidos repentinos), breves e intermitentes. Estos pueden ser leves o graves. Cuando son graves, pueden interferir en la comunicación, la funcionalidad habitual y la calidad de vida del paciente.
Antes de aparecer los tics, la persona puede sentir un incómodo impulso premonitorio como cosquilleo o tensión y, cuando aparece el tic, se siente alivio.
El niño puede llegar a controlar el tic si hace un gran esfuerzo, pero esto puede impedirle concentrarse en otro aspecto como prestar atención en clase o mantener una conversación.
El síndrome de Tourette no tiene tratamiento. Los tics suelen desaparecer con el paso de los años. El tratamiento se pauta exclusivamente cuando los tics son graves e interfieren con la vida cotidiana de quien lo padece, para aliviar estos síntomas tan molestos.
Existen algunos medicamentos que pueden ayudar a controlar los tics, estos deben ser pautados por el médico según cada paciente, debido a sus posibles efectos secundarios:
Para reducir los tics, se recomienda realizar actividades tranquilas y focalizadas, y acudir a grupos de apoyo o seguir terapias como:
Además, es muy importante que los padres del niño hablen con sus profesores y su entorno, para que apoyen y entiendan la situación y tratar de que el niño no se sienta avergonzado, frustrado o estresado.
No existe una prueba específica para diagnosticar el síndrome de Tourette. El diagnóstico se basa en la historia clínica de los síntomas y antecedentes familiares.
Para que alguien reciba el diagnóstico del Síndrome de Tourette, debe cumplir los siguientes criterios durante al menos 1 año:
No obstante, los síntomas de esta enfermedad pueden imitar a los de otras enfermedades, por ello y para descartar otras afecciones, el médico puede solicitar pruebas complementarias como: análisis de sangre o estudios de diagnóstico por imágenes tales como resonancia magnética, tomografía computada o electroencefalograma.
Los factores desencadenantes de tics más graves o frecuentes en este trastorno, son el estrés o la ansiedad, la emoción y la preocupación. También pueden empeorar al enfermar.
Los siguientes factores de riesgo pueden relacionarse con el Síndrome de Tourette, aunque todavía se requieren más investigaciones:
Normalmente, las personas con síndrome de Tourette pueden llevar una vida sana y activa, pero con frecuencia, afecta al comportamiento, a la conducta y a la autoestima.
Entre las enfermedades que suelen asociarse con el síndrome de Tourette destacan:
Este síndrome no se puede prevenir, pero sí se puede ayudar al paciente a disminuir los tics y a sobrellevar este molesto problema explicando y comunicando a su entorno acerca del síndrome, con el fin de aumentar la comprensión y recibir apoyo sobre los síntomas, y reducir las burlas y el estrés del paciente.
A veces, el tratamiento de otras afecciones concurrentes como TDAH o TOC, puede ayudar a reducir los tics.
Las especialidades médicas a las que pertenece el Síndrome de Tourette es la neurología (médicos especializados en trastornos cerebrales y del sistema nervioso), también la psiquiatría y psicología.
Todavía se están realizando estudios para determinar las causas y origen del ST, unos estudios lo relacionan con un cromosoma mientras que otros creen que es afectado por otro, según cada caso examinado.
El gen responsable del ST parece localizarse en el cromosoma 18q22. También se han identificado mutaciones que afectan al gen SLITRK1, en un pequeño número de personas, situado en el brazo largo del cromosoma 13 (13q31.1), que codifica una proteína que es activa en el cerebro. Además, es posible que una mutación en el gen HDC pueda ser la causa de los síntomas típicos del ST, este gen interfiere en la producción de histamina.
Los tics motores o motrices son aquellos movimientos involuntarios, repentinos, rápidos y recurrentes que tiene una persona, especialmente en niños y adolescentes. Pueden afectar a un grupo complejo de músculos, aunque generalmente comienzan por la cara y músculos del cuello y, si progresan, se extienden a las extremidades superiores y posteriormente, a las inferiores. Son tics motores el parpadeo constante de ojos, encogimiento de hombros, incluso autolesiones como arañarse, etc.
El síndrome de Rett es un trastorno neurológico y del desarrollo infantil de origen genético, caracterizado por una evolución normal durante los primeros meses de edad, pero seguido de un mal desarrollo del cerebro, con movimientos anormales de las manos y la pérdida de tono muscular. Además, presenta una disminución progresiva de habilidades motoras y de comunicación. Este síndrome puede causar también convulsiones y discapacidad intelectual.
El Síndrome de Rett es poco frecuente y afecta principalmente a niñas alrededor de los 2 años de edad.
Existen diferentes tipos de trastorno de autismo:
La diferencia principal entre ambas patologías radica en que, en el autismo, las alteraciones son muy evidentes durante los 3 primeros años de vida, mientras que en el Asperger no hay evidencia tan clara y se tarda más en diagnosticar. Existen otras diferencias clave como: