Actualizado el 17/09/2021
Durante el embarazo es recomendable llevar a cabo al menos tres exploraciones ecográficas. La segunda de ellas −conocida como ecografía morfológica− se debe realizar cuando el embarazo está suficientemente avanzado como para identificar malformaciones en el feto.
En este sentido, se estima que las anomalías estructurales mayores en el feto tienen lugar en un 1,6-3,5% de las gestaciones. Dado que en la mayoría de ellas no es posible identificar factores de riesgo, se hace indispensable una ecografía en el segundo trimestre en todas las mujeres embarazadas para poder detectarlas.
La ecografía morfológica es una prueba de radiodiagnóstico que se realiza en el segundo trimestre del embarazo. Para realizarla se utiliza un ecógrafo, que consta de una sonda de ultrasonidos que se coloca sobre el abdomen de la madre para que sean transformados en imágenes y permitan valorar el estado del feto.
Su principal objetivo es obtener la máxima información sobre el desarrollo fetal e identificar malformaciones en los órganos y sistemas, de ahí su nombre de ‘morfológica’.
La capacidad de detección de las anomalías es elevada. Sin embargo, la tasa de detección depende de diferentes factores, como el tipo de malformación, las características de la gestante, la experiencia del examinador y la calidad del ecógrafo, entre otros.
La ecografía morfológica se lleva a cabo en el segundo trimestre de embarazo, alrededor de la semana 20 (18-22). En esta edad gestacional ya se ha producido un desarrollo sustancial de los órganos y sistemas fetales, por lo que existe la posibilidad de detectar anomalías mayores.
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Para llevar a cabo la ecografía morfológica la mujer deberá estar tumbada sobre una camilla. A continuación, se le pondrá un poco de gel conductor sobre el abdomen y sobre este se colocará la sonda de ultrasonidos. Esta va conectada a un transductor que transforma los sonidos en imágenes que se mostrarán en una pantalla. En ella, el médico radiólogo deberá identificar y medir diferentes parámetros relativos a la morfología del feto.
La prueba suele estar protocolizada e incluye una serie de mediciones y estudios anatómico-morfológicos:
El estudio de los órganos y estructuras del feto incluye diversas biometrías cefálicas (tamaño del cráneo y diferentes partes de la cabeza). También se estudia el cuello, la columna, el tórax (pulmones y diafragma), abdomen (estómago, vesícula biliar, intestinos, riñones y la vejiga) y las extremidades para descartar cualquier alteración morfológica o malformación.
Por otro lado, se estudian los genitales, por lo que se puede averiguar el sexo del bebé.
La duración del estudio es de unos 20-30 minutos en su totalidad.
La ecografía es una prueba que por su sencillez no conlleva complicaciones. Sin embargo, está descrita la posibilidad de daños tisulares debido al efecto térmico provocado por los ultrasonidos, más elevado con el uso del Doppler. Estos daños serían proporcionales al tiempo de exposición. Por ello, en las pruebas ecográficas fetales se minimiza su duración, por lo que los ultrasonidos y la ecografía deben considerarse seguros.
La ecografía no es dolorosa ni produce ninguna molestia para la madre ni para el feto.
El promedio de detección de anomalías es variable. Se pueden diagnosticar anomalías severas con una alta tasa de detección, como anencefalia (falta de crecimiento del cerebro), espina bífida, alteraciones de las extremidades y alteraciones renales, y en menor grado alteraciones como síndrome de Down, hidrocefalia y hernia diafragmática. Sin embargo, con el avance tecnológico las tasas de detección cada vez son más altas.
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La ecografía estructural o morfológica es un estudio ecográfico que mediante ultrasonidos permite visualizar al feto a las 20 semanas de gestación, cuando la mayoría de órganos y estructuras ha alcanzado un grado de desarrollo elevado.
La prueba permite identificar alteraciones y malformaciones presentes en el feto. En los casos más graves con malformaciones severas se informará a los padres de la posibilidad de realizar una interrupción voluntaria del embarazo.
La ecografía morfológica se suele realizar entre la semana 18 y 22, ya que permite visualizar la mayoría de los órganos ya formados y detectar las anomalías más importantes. La cantidad de líquido amniótico existente en ese momento también facilita la visualización.
La ecografía 4D se puede hacer en los diferentes momentos del desarrollo fetal, presentando en cada fase del embarazo una visualización distinta.
Entre la semana 16 y 17, cuando aún no se notan los movimientos del bebé, la ecografía 4D permite visualizar y valorar el confort dentro del útero materno.
Entre las semanas 22 y 23, el cuerpo del feto está totalmente formado y por tanto se pueden apreciar gestos como su sonrisa.
Entre las semanas 27 y 30, se visualizará con bastante claridad la cara del feto y ya será muy parecido al que se verá cuando nazca.
Entre las semanas 31 y 39, se podrá ver al feto como el niño que será cuando nazca.
En cualquier caso, no está claro que la ecografía 4D ofrezca una mayor información médica sobre posibles malformaciones o alteraciones morfológicas del feto en comparación con las ecografías convencionales.
Se ha descrito la posibilidad de daños tisulares debido al efecto térmico de los ultrasonidos, más elevado con el uso de aparatos Doppler. Estos daños serían proporcionales al tiempo de exposición, por lo que estos se minimizan en las pruebas ecográficas fetales teniendo en cuenta la seguridad del feto y de la madre. De este modo, los ultrasonidos y la ecografía deben considerarse seguros.
Una ecografía Doppler es un tipo de ecografía más potente que permite visualizar el flujo sanguíneo del feto y la madre, entre otros parámetros. Permite valorar el estado cardiovascular y realizar estudios con más detalle.
Los actuales ecógrafos permiten disponer de diferentes opciones de visualización, incluyendo el modo 2D, 3D, 4D y Doppler que el radiólogo puede seleccionar según las circunstancias y necesidades.
La ecografía morfológica precoz se realiza entre la semana 15 y la 17. Tiene lugar en aquellos casos en que se ha visto previamente una alteración del pliegue nucal (por acumulación de líquido) o cuando hay antecedentes de malformación fetal en embarazos previos.
Se define como ecografía obstétrica toda aquella que se realiza en el transcurso del embarazo, siendo recomendables al menos un mínimo de tres (una por trimestre) para conseguir valorar el bienestar fetal, la edad gestacional, el número de fetos y las posibles malformaciones.
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Bibliografía