La hemodiálisis es un método de depuración artificial de la sangre, como un riñón artificial mediante el cual, la sangre que se extrae del cuerpo pasa a través de una máquina (dializador) que tiene un líquido especial y una membrana encargada de filtrar y posteriormente regresar al organismo de nuevo.
Para realizar la hemodiálisis se debe hacer primero un acceso vascular por donde se va a extraer la sangre y posteriormente volver a introducirla en el organismo. Para ello se realiza una fístula arteriovenosa (una comunicación entre venas y arterias), que habitualmente se realiza en un brazo. A veces, es preciso realizar un injerto, es decir, la unión de una arteria y una vena mediante un tubo blando y pequeño, de material sintético que se coloca debajo de la piel.
En los casos en los que se realiza la hemodiálisis de forma urgente en insuficiencia renal aguda, el acceso al torrente sanguíneo se realiza mediante la introducción de un catéter temporal (pequeño tubito flexible) en un vaso sanguíneo principal del cuello o la ingle.
Por medio de la acción de la máquina de diálisis, una vez conectada al paciente a través de la fístula, se extrae la sangre, que es impulsada por una bomba e introducida en el dializador, que contiene un líquido especial llamado líquido de diálisis. Este líquido ayuda a la extracción de las sustancias que hay que eliminar de la sangre. Ambos fluidos se entrecruzan en sentido inverso en el dializador, separados por una membrana semipermeable por donde se produce la transferencia de las sustancias que la sangre debe depurar. Una vez hecho, la sangre regresa a través de la fístula al cuerpo del paciente.
La diálisis se realiza habitualmente en varias sesiones semanales (normalmente 3 días), que duran aproximadamente entre 3-5 horas. Este tratamiento usualmente se realiza en un hospital o centro médico en el servicio de nefrología. En otras ocasiones, hay programas que permiten realizar la hemodiálisis en el domicilio tendiendo cada paciente su hemodializador en casa.
La hemodiálisis se puede utilizar como tratamiento puntual en patologías que desencadenan la mala función de los riñones, hasta que éstos se recuperen y vuelvan a funcionar.
De esta manera, se usa como tratamiento en patologías en las que es importante hacer una depuración más rápida y efectiva del organismo (para eliminar sustancias dañinas en intoxicaciones, para disminuir una sobrecarga de líquidos grave en el cuerpo, para solucionar alteraciones de iones graves, etc.)
Otras veces se usa como paso anterior hasta que se pueda realizar un trasplante de riñón.
Por último, en determinados pacientes se debe usar durante toda su vida porque padezcan enfermedades renales que provocan su mal funcionamiento y que no se pueden revertir. Son pacientes con insuficiencia renal crónica en estadíos muy avanzados.
El objetivo de la hemodiálisis es la normalización de las funciones renales a través de la sustitución del trabajo que habitualmente realiza el riñón. Así, se realiza una filtración de las sustancias de deshecho y líquido que el organismo debe eliminar, y se necesita porque la patología que se padece requiere de un “riñón externo” que lo haga.
Los riesgos de la hemodiálisis son:
Antes del inicio del tratamiento el paciente debe informar siempre al nefrólogo (médico especialista en los riñones), si padece alguna enfermedad, es alérgico a alguna medicación o toma de forma habitual algún tratamiento.
En las situaciones en las que se va a realizar el tratamiento de forma crónica, el primer procedimiento es la realización de una fístula arteriovenosa (comunicación entre una arteria y una vena). Cuando se va a realizar de forma urgente se coloca un catéter en un vaso sanguíneo principal del cuerpo.
Antes de cada sesión de hemodiálisis se pesa al paciente, se le toma la presión arterial, el pulso y la temperatura corporal. Seguidamente antes de realizar la punción en la fístula, se realiza una limpieza con un agente antiséptico de la piel.
Durante las distintas sesiones de tratamiento el nefrólogo le va indicando al paciente cómo debe de ser su dieta, el número de proteínas que debe tener y las calorías según su situación clínica. Debe ser baja en sal y potasio y con una ingesta controlada de los líquidos que ingiere.
En general, los pacientes después de cada sesión de hemodiálisis pueden volver a su vida habitual de forma normal. De manera progresiva el paciente debe acostumbrarse y adaptar su vida al tratamiento aplicado cada semana, algo que al principio puede presentarse como una dificultad y producir cansancio en el paciente.
La hemodiálisis es capaz de sustituir una gran parte de las funciones que realizan los riñones en el organismo, aunque no de forma completa, por lo que los pacientes que tienen insuficiencia crónica grave suelen presentar a la larga alteraciones de otros sistemas del organismo (sistema cardiovascular, musculoesquelético, etc), debido más a la evolución propia de la enfermedad que al proceso propio de hemodiálisis.
Son frecuentes las alteraciones psicosociales en los pacientes (ansiedad, depresión y baja calidad de vida). Con todo ello la capacidad funcional de los pacientes queda limitada. Sin embargo, hay que resaltar que gracias al tratamiento con hemodiálisis se consigue un objetivo principal y fundamental, que es el aumento de la esperanza de vida del paciente, y que a lo largo del tratamiento hay alternativas de apoyo y se pueden utilizar otros tratamientos (fisioterápicos, psicológicos, etc.) que ayudan a que los pacientes puedan adaptar su nueva situación vital.
La diálisis es un tratamiento mediante el cual se realizan las funciones de depuración de la sangre cuando los riñones no son capaces de realizar dichas funciones.
La hemodiálisis es un tipo de diálisis en el que la sangre se saca del cuerpo para pasarla por una máquina que tiene la capacidad de filtrar. Una vez hecho, la sangre regresa al cuerpo.
Los tipos de hemodiálisis vienen determinados por el mecanismo de filtración de la sangre y sustracción de las sustancias que hay que eliminar de la sangre por parte de la máquina dializadora, su eficiencia, permeabilidad y biocompatibilidad. Así existen tipos de hemodiálisis de alto y bajo flujo.
Los efectos secundarios posibles más frecuentes de la hemodiálisis son: hipotensión, náuseas y vómitos, arritmias cardíacas (alteraciones del ritmo del corazón), dolor de cabeza, reacciones alérgicas, calambres, fiebre, dolor torácico o de espalda, alteraciones de la coagulación de la sangre, falta de oxígeno en la sangre y edema cerebral.
La hemodiálisis tiene una serie de riesgos o efectos secundarios. Pero siempre que se indica su aplicación en un paciente se hace porque el riesgo vital para él, por la patología que presenta, es mayor que los posibles riesgos derivados de la aplicación de la hemodiálisis.
La hemodiálisis habitualmente es un tratamiento crónico que un paciente al que no le funcionan los riñones, debe tener para poder sobrevivir. En ocasiones la hemodiálisis se utiliza como tratamiento agudo de determinadas patologías (intoxicaciones, causas de insuficiencia renal aguda por edema agudo de pulmón, etc.), de manera momentánea hasta la resolución y recuperación de la funcionalidad de los riñones.