La infiltración es una técnica médica basada en inyectar directamente el medicamento este puede ser un antiinflamatorio tipo corticoide, en la zona donde el paciente sufre dolor, de esta manera llega con mayor rapidez y en cantidades más grandes a la articulación, tejido blando, nervio o herida donde se focaliza el dolor buscando acelerar el proceso.
Consiste en una técnica simple que se realiza de forma ambulatoria o en un quirófano con una duración aproximada de media hora, tras la cual el paciente puede volver a su casa al no necesitar ingreso hospitalario.
Mediante una jeringa se inyecta el medicamento en la zona dolorida; este generalmente es un corticoide, es decir, un antiinflamatorio para aliviar el dolor y la inflamación de la parte del cuerpo en la que el paciente siente el dolor.
Dependiendo de la zona del dolor, se utilizará una medida distinta de la jeringa, y en algunos casos si es necesario se aplicará anestesia local.
No se deben realizar más de tres infiltraciones por año en la zona y mínimo ha de pasar un periodo de quinces días entre cada una.
Se emplea como tratamiento para aquellos pacientes:
Al tratarse de un proceso en el que se inyecta directamente el medicamento sobre la zona afectada, la mayor finalidad que tiene es conseguir aliviar la zona de dolor con mayor rapidez, para poder reducir la sintomatología y el tiempo de recuperación en la mayor medida posible.
De esta forma, si la infiltración se consigue con éxito los dolores se reducirán en un periodo breve.
Las infiltraciones no suelen presentar riesgos elevados, no obstante, se pueden dar casos en los que aparezcan hematomas o infecciones en la zona local infiltrada de manera transitoria.
Si el paciente está nervioso durante el proceso o tiene aprehensión a las agujas o al tratamiento en sí puede desmayarse, por lo que es importante que se comunique con el médico en todo momento.
También puede producirse un efecto secundario ante los corticoides, pero en rara ocasión sucede, ya que la cantidad administrada es muy pequeña y no recorre el organismo entero, pues es una técnica local que suelen utilizar principalmente los traumatólogos.
Al ser un tratamiento ambulatorio sin necesidad de ingreso hospitalario, la infiltración no exige un proceso de preparación exhaustivo.
Solo en casos de indicación médica el paciente:
Tras la infiltración, el paciente recibirá el alta hospitalario y podrá regresar a su domicilio.
Durante las 48 – 72 horas después de haber recibido el tratamiento, el paciente no debe cargar peso ni hacer esfuerzos, manteniendo reposo y aplicando frío local en la zona durante las primeras horas.
La mejora es progresiva, dependiendo de cada paciente. Además en los dos o tres días después, el dolor puede aumentar y notar cierta tensión en la zona infiltrada.
El médico podrá prescribir al paciente analgésicos o calmantes y un antibiótico profiláctico.
El principal beneficio buscado con la aplicación de infiltraciones es reducir o aliviar el dolor de la zona, así como su inflamación, aunque no supone la curación de la patología.
No obstante, gracias a esta mejoría el paciente podrá tener una mejor calidad de vida.
Los corticoides pueden ser inyectados directamente en:
La infiltración se puede aplicar en aquellos pacientes que tienen dolores en las articulaciones, nervios o tejidos blandos o en sus zonas próximas, que han tomado medicación sin éxito y/o cuyo dolor es demasiado intenso, y que no presenten contraindicaciones al tratamiento.
El dolor de las infiltraciones es algo frecuentemente cuestionado por el paciente, el cual es comparable al de la extracción de sangre.
Una correcta infiltración por parte de un experto no supone un dolor más allá de la inyección de la aguja, además por lo general la inyección aplicada lleva una mezcla entre el anestésico y el medicamento, y en su defecto se puede aplicar anestesia local.
El efecto de las infiltraciones varía en función de cada paciente, grado de dolor, zona y la edad entre otras.
Tras los dos primeros días deben aparecen los primeros efectos de mejoría, aunque en algunos pacientes surgen de forma casi inmediata y en otros casos, más desafortunados, no tienen efecto positivo.
En caso de notar una mejoría, su duración también varía según el paciente, siendo lo habitual entre 3 semanas y un mes y medio.
Los pacientes en los que no se pueden realizar las infiltraciones, son aquellos que padecen: